Carta 9
12 de Marzo
Ya
me olvidaste María, he desaparecido. Tú eres eterna, como la luz del sol. Te fuiste
para no volver y tengo que hacerme a la idea. El sol no se percata del gusano
que muere quemado por su calor. Tú no sabrás cuánto dolor me causo tu ausencia.
Quisiera volver en el tiempo y morir ahí entre tus brazos, todos seríamos
felices.
El
tiempo sigue y sigue, sin ti no soy
nada. Polvo arrastrado por el torbellino de la realidad. No hay ni día ni noche
María, ni luz ni sombra. No hay nada, absolutamente nada. La comida es una
tortura una y otra vez, el aguardiente ni quema. Qué vida es ésta, donde el
aguardiente no sabe a nada, no duele, no cala ni quema.
A las gardenias se les acabó el perfume y el
amanecer no amanece, se murieron todas las macetas de mi cuarto, si me baño el
agua no está ni fría ni caliente. Ayer Marcela la de la cantina de Pancho me
regaló un tequila, creo yo que por lástima, me lo tomé y no me hizo nada. Marcela me vio con lástima
y se fue. Cinco meses, cinco días, cinco horas que no he conciliado sueño sin
tormentas. Las golondrinas de la madrugada están solas sin nosotros y nuestros
besos. Tus labios son puñales espinosos en mi mente. Lo entregué todo, a qué
quiero que vuelvas si te llevaste todo de mí.
El
silencio de tu voz en mi vida me llena de amargura, miseria y tormento son mis
compañeros en casa.
Esos
hijos que no tuvimos hubieran sido hermosos, con tus ojos, con tu sonrisa, con
todo tuyo y mi nombre me hubiera bastado. Creo que hasta para esos hijos es
mejor que me dejaras, aunque no lo creas yo eso pienso. Esos hijos que casi
fueron míos serán más felices en una
casa con muchos cuartos, con baño y con radio por las tardes. Hasta van a ir a
una buena escuela, quién quita y a lo mejor se van a San Diego a estudiar para
ser gente de bien. Aquí no más de chalanes de barrio, ese era su destino.

Juan
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