Carta 8
26 de Febrero
Vi
a tu hermano Paco hoy, me rehuía pero no
le quedó más que pasar frente al periódico. No sabía ni como mirarme a la cara
porque él sabe que yo lo di todo. Tú y tu madre me lo arrancaron de las manos y
lo pisotearon en el suelo, cada que paso por la panadería sé bien que le escupe
a las migajas embarradas en el suelo que solía ser mi corazón. Paco nunca fue
mi amigo pero es hombre de palabra, yo sé bien que siempre pensó que un
monstruo le arrebataba a su hermanita, a la princesa que debía proteger. Paco
fue capaz de ver el valor del amor que te tengo, aun así no fue suficiente
¿verdad o no? Paco me vio y en su mirar me di cuenta de que algo de razón he de
tener, porque no me mira con la soberbia del que sabe que está del lado
correcto.
Hoy
llovía cuando llegué al periódico y me topé con él, la lluvia le daba a
entender lo que sentí. El cielo nublado se ve vacío. Sin tus ojos ya no hay más
luz que la del candil de la calle. Me miró y sin tener a dónde más hacerse na
más me dijo “Adiós Juan”.
A
lo mejor a todos ustedes les convendría que yo me muera, así no tendrían
recuerdo incómodo de lo que hicieron mal. Ya no les pesaría ver el ánima en
pena; en la que me he convertido, vagando por las calles sin consuelo, es mucho
para cargar en su conciencia.
¿Eso
deseas mientras te encuentras contenta en tu casa María, que yo me muera?
Y
yo aquí cual pendejo amándote, aferrado a pesar del tiempo y la distancia,
aferrado a la esencia de tus ojos, al perfume de tu alma.
Esa
sonrisa tan tuya que ilumina el universo, sé bien que serás para él trofeo
brillante y hermoso, que él te quiere
pero también sé que no te ama, eres propiedad y premio. Para mí María, eres el
universo entero. Antes de ti nada y después de ti sólo la muerte.
Te
amo
Te
voy a amar siempre, lo sabes.
¿Me
odias aunque sea un poco?
Por
lo menos al odiarme quiero creer que no me olvidas.
Juan.
CARTA UNO
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