viernes, 7 de junio de 2019

CARTAS A MARÍA: CARTA SIETE



Carta 7
22 de Febrero

El silencio era mucho ésta madrugada. Me levanté en sobresalto y  sin pensar ya estaba caminando por la calle, debió ser antes de las 5 porque los mineros salían ya en procesión a esperar el tranvía de la mina. Inocencia estaba en su puesto con el fogón prendido y el atole hirviendo, hacía frío porque Inocencia traía un rebozo grueso bien amarrado. Yo no sentí nada.

¿De verdad no extrañas nada de esto María? ¿Nada de esos detallitos que hay por aquí? Así como el olor de las tejas en los techos después de la lluvia, o el sonido titilante de las ollas que vende Don Javier, el pirul de la plaza en las noches de viento; parece que baila libre con el aire que lo abraza. O el cerro del ahorcado en Noviembre, parece que se dibuja un castillo en el cielo cuando las nubes del otoño lo cobijan.  Y qué me dices de la feria de San Lorenzo en el verano, siempre te gustó pasearte entre los puestos y bailar con la banda. ¿Ya no piensas en eso, como más nunca piensas en mí?

Jaime se sorprendió de verme esperándole en la puerta del periódico, lo que Jaime no sabe es que yo estaba ahí pretendiendo que te esperaba como solía hacer, pretendiendo que te saldrías por la ventana y yo te ayudaría a saltar por el tejado del corral y nos iríamos juntos a contemplar el infinito. Soñábamos entre las estrellas y luego en el sigilo de la madrugada subías de nuevo por la ventana, me soplabas un  beso y yo creía que la vida era perfecta, que la luna brillaba celosa de nosotros, las flores nos esperaban durante el día y el atardecer nos admiraba a nosotros. Trabajé y trabajé hasta que ya no había nadie. Estaba trabajando, monótono y repetitivo para que se me olvidara todo. No se me olvidó. Me conoces mejor que nadie, quizás me conoces mejor que yo, sabes bien que no voy a sobrevivir a esto. No puedo. Realmente no puedo, eso de vivir no es para mí, no sin ti.

Te amo María, te amo y me estoy muriendo.

Dime ¿qué hice mal? ¿Ahora qué hice? Ya ni el alcohol me apacigua  las mil y un preguntas que estallan en mi cabeza. ¿Cómo te fallé si te amo tanto? ¿Cómo amarte hasta la locura resultó un fracaso? ¿Es alguna vez suficiente? La respuesta a mis preguntas yace sobre mis hombros y se encuentra aferrada a mi espalda y no puedo volverme a verla derecho. Esta noche el organillero del Jardín estaba tocando tu canción María y yo por nada me muero.

Juan

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