miércoles, 18 de septiembre de 2019

DENTÉN LA OBSCURIDAD


EL PEOR DE LOS PRINCIPIOS



Me niego a morir aquí. Simplemente me niego. No puedo quedarme así, despojada de toda humanidad. Desprendida de mí como si fuera una cosa, un trique viejo. Rodeada de polvo seco con olor a orina y a encerrado. Puedo escuchar las ratas que arañan los huecos entre las paredes, no puedo permitirme ser menos, ellas van y vienen a voluntad, yo estoy ahogándome en mi sangre y mocos secos. Sudo mucho, pero al mismo tiempo tengo frío. Ya hace un buen tiempo que ni siquiera tengo hambre.

 No tengo manera de estar segura, sólo lo sospecho: yo estoy al fondo del pasillo, donde la tubería da vuelta y topa con el drenaje. La luz tenue del pasillo no es para que yo vea, es porque hay alguien observando. En medio hay una puerta, la puerta tiene tres cerraduras, las escucho crujir cuando él se acerca. Track la primera, rack la segunda, crack la tercera. Una sentencia que anuncia su llegada. No importa cuantas veces, todavía tiemblo sin control cuando lo escucho, así sé que se aproxima, que todo terminará de nuevo conmigo bañada en sangre, azotada contra el suelo. La comida sabe a vómito, el agua huele a mierda, el piso es frío y las paredes húmedas, todo es bastante oscuro. No voy a morir aquí, no quiero.

Al principio éramos tres y estábamos juntas. Todas llegamos el mismo día y lloramos hasta dormirnos. Poco a poco contamos nuestras historias, nuestros secretos. Yo me di cuenta que él había salido de cacería y sabía como hacerlo, estoy convencida de que no somos las primeras y dudo que seamos las últimas, todo alrededor denota que lleva en esto un buen tiempo. A mí me agarró un jueves en la noche, odio los jueves ¡los detesto! Estaba distraída por las banalidades y el estrés de mi vida diaria, como la carga de trabajo. No me di cuenta que estaba cerca hasta que sentí su mano rugosa apretar mi cuello, sentí que me asfixiaba y algo me olía raro, no recuerdo nada más hasta despertar en el suelo frío y mojado, la oscuridad y el aroma a sangre coagulada, el dolor, el dolor en todos lados. Lo supe de inmediato, era el fin.

Uno escucha cosas en las noticias y de cada en cuando piensa “¿y si eso me pasara a mí?” pero jamás enserio, jamás con el peso de creer que sí puede pasarnos. A Martha la encontró mientras dio una vuelta errónea en una calle porque iba discutiendo con su novio al teléfono, iba gritando tan fuerte que tampoco lo notó hasta que lo tuvo de frente. Paula sí lo vio acercarse, él preguntó la hora y ella trató de ser amable “Yo ya sabía” me dijo una vez “yo sabía que algo estaba muy mal. Pero me dio más miedo ser grosera que no estar a salvo” decía sollozando “me preguntó la hora, aunque traía un reloj en la muñeca izquierda. Me congelé un segundo y me dio vergüenza. Le dije la hora y hasta le sonreí, después ya no me acuerdo”.



Paula no duró mucho. Lloraba y lloraba, cuando él venía era un completo escándalo. Un día se resistió demasiado y se orinó encima. Él estaba furioso, la cargó como si no fuera nada, la llevó aparte y la escuchamos gritar por lo que parecieron horas. Después todo se hizo silencio. Entonces Martha y yo lo supimos, lloramos en silencio y nos abrazamos apretujadas en una esquina. No pasaron más de unos minutos cuando lo oímos: Track la primera, rack la segunda, crack la tercera. Y entonces el azote de la puerta. La arrojó contra la pared y cayó al suelo, se desplomó como bolsa de basura. Él se fue sin decir nada y cerró la puerta detrás de sí. Paula todavía respiraba, pero muy quedito. Creo que la dejó ahí al menos tres días, ya apestaba mucho. Vino para llevársela y más tarde escuchamos el bramido de la caldera, pienso que la quemó por el olor a ceniza y cabello chamuscado.
Nos separó después de eso. A Martha a llevó a algún sitio hacia la izquierda, cuando va por ella y grita puedo oírlo. Desde que nos separó noto a alguien más llorando, pero mucho más lejos que a Martha, quizá ya estaba o trajo a alguien nuevo. A lo mejor ni es nadie y son los ecos atrapados del fantasma de Paula que sigue sollozando.

Martha es su favorita, la escucho gritar muchas más veces de las que él viene conmigo. Creo que es porque ella todavía pone algo de resistencia, yo ya no puedo. Cuando viene a mí trato de salirme de mi cuerpo, de estar tan lejos como pueda de mi mente. A veces se enfurece conmigo precisamente por eso, yo ya no le doy batalla y eso altera su temperamento. Hay veces que se enoja tanto que me toma y levanta por el cuello, me golpea contra la pared hasta que me da como sueño. Ya no lloro y tampoco grito, enfoco todas mis energías en los sonidos que produce el cuarto, el eco, las goteras, los rechinidos. Algo, algo puede darme indicios de dónde estoy y qué hay arriba. Si lo averiguo y soy lo suficientemente fuerte para resistir, me voy.

Es que yo no puedo morir aquí. Simplemente me niego.



No dejo de pensar en mis papás, qué sentirán ellos, qué estarán haciendo. Es que si nunca nadie encuentra mi cuerpo mi mamá no va a dejar de buscarme, nunca. Se quedaría flotando en un limbo de sinrazón, sin poder llorarme o decirme adiós. Y aún así ella es más fuerte, no me imagino a mi papá sobreviviendo a eso, es que él no sabría cómo. Mucho más porque yo se bien que nos  dábamos por sentado, ni cercanos ni ausentes; hacíamos como que nos importaba la vida del otro pero no nos metíamos.  Abrazos secos en Navidad y uno que otro mensaje cuando pasaba tiempo sin vernos, yo sé que desde que murió Javier él no volvió a ser el mismo ni él ni mi madre ni nadie, creo que precisamente por eso me reúso más a dejarme morir aquí, ninguna madre debería enterrar a todos sus hijos.

Además, y aunque sea algo absurdo, quiero que alguien de afuera se entere de nosotras. Algo en mí me dice que esto va mucho más allá de Paula, Martha y yo. Antes cuando estábamos las tres juntas y nos violaba de una a una, solía llamarnos por nuestros nombres ¿cómo sabe nuestros nombres? ¿nos había estado siguiendo o sólo fue oportunista? Mientras más lo pienso menos sentido me hace, yo salía tarde del trabajo los jueves y además ese jueves hicimos inventario, perdí el último camión directo y tuve que caminar a la estación que está a dos calles. Si no hubiera perdido el último camión no me hubiera atrapado, pero al mismo tiempo si no sabía que yo cierro los jueves no hubiera habido nadie a quien atrapar, el resto de la semana los encargados de cerrar son hombres y como no hay más hombres encerrados aquí asumo que no le gustan.



A Paula le habló directamente, pero eso al mismo tiempo iba más con ella. La clase de persona que se detiene a dar indicaciones, la que ayuda a otros en la calle, aunque se le haga tarde, cortés y tranquila, de esas que evitan confrontaciones. Martha es más valentona, varias veces sugirió en abalanzarnos todas contra él para salir corriendo, yo no soy distinta, de haberlo visto de frente al menos un buen escándalo le hubiera armado. Pero nos atacó desprevenidas, sin esperarlo asi que algo nos conocía. En cambio, con Paula quería ser visto, quería que ella supiera ¿Por qué? ¿Acaso ella lo había visto antes y quería que lo reconociera? Tengo que encontrar las respuestas y quizás alguna de ellas me ayude a salir de aquí. Porque yo no puedo morir aquí, me niego. 

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