viernes, 25 de octubre de 2024

DETÉN LA OBSCURIDAD


“¿POR QUÉ SIEMPRE ME DEJAS MARIANA?”



No puedo ni recordar lo que me hizo, pero ahora duerme. Parece muy tranquilo, está soñando. Cuando termina se duerme sobre mi pecho, respira muy profundo, suspira y se duerme, casi que se desmaya. Se ha vuelto un hábito de Él, yo resisto lo más que puedo, pero hoy me sienta mal sentirle el latido del corazón sobre mi vientre. Hoy no puedo. Me duele demasiado el corazón como para soportarle, con todo su peso sobre mí. Trato de retorcerme un poco para que se mueva, poco a poco se desliza un tanto hacía un lado. No es suficiente, Él es mucho más grande, alto y pesado, yo siempre fui más pequeña, siempre más débil y encima un tanto torpe, no puedo contra semejante fuerza, no pude buena y sana, menos ahora enferma, hambrienta y débil. Todo este tiempo aquí dentro ha hecho una mella profunda en mi cuerpo.

La oigo, puedo escucharla, muy quedito y está muy lejos, aún así la escucho, sollozando, lamentándose. Entiendo, aquí dentro no hay como dejar de lamentarse, todo es sufrir, hasta en la muerte. En cierto modo es igual que afuera, la vida se va en llorar, en perder, en dolerse. Yo he perdido tanto de mí que, si viajara en el tiempo, mi yo niña no me reconocería. A veces siento que yo siempre estuve condenada, pasé por una serie de cosas una y otra vez, tragedia tras tragedia. Es una maldición, llegué a esa conclusión cuando murió Javier. Ahí sentí que me habían arrebatado todo, pisaba y no sentía tocar el suelo, era como flotar, sentía el estómago muy lejos, se vencieron las rodillas no bien me dijo mi papá: “está muerto, Javier está muerto”. De lo que pasó después no me acuerdo, ya sólo me quedan recuerdos del funeral. Todo pasaban muy rápido y yo veía todo como desde lejos. La boca me hacía ácida y seca, no podía ni tomar agua, mi mamá no dejaba de llorar y a mí papá le escurrían las lágrimas hasta el suelo. Todos los que pasaban me decían: “ya está con Dios, está en un lugar mejor mija”. Como si eso me fuera hacer sentir mejo o remediar algo, no, todo estaba roto, irremediablemente roto. 

Encima de mi dolor, tuve que fletarme el martirio de que todos me dijeran cuánto les importaba Javier y lo mucho que iban a estar ahí para mí. Mi tía Nilda se llenó la boca diciendo que él iba a ser un gran artista, cuando pasó años haciéndolo menos, burlándose. Llegaron Josué y sus papás, hasta me abrazaron, casi se me sale una risa cuando Josué me dijo que podía recurrir a él para lo que fuera. Pablo no se separó de mí en ningún momento, todo el tiempo haciéndose el buen hijo, preparando café, trayendo pan, ayudando a mi Abue, consolando a mi mamá llorándole a Javier sobre el ataúd. A la noche yo me quedé a dormir en el cuarto de mi tía Concha porque ya no tenía fuerzas, cuando recobré consciencia ya lo tenía sobre de mí, él ya ni traía nada de ropa, ahí se le olvidó todo lo del buen hijo, todo lo amable y dadivoso que era, para hacerse de mí en un momento tan doloroso no tuvo empacho. Todavía tuvo los huevos de decirme: “es que así yo te demuestro mi amor” antes de vestirse y salir caminando sin un ápice de vergüenza.

No hay más que llorar, no hay más que sufrir, te entiendo Fantasma. Yo finalmente después de estar horas arrastrándome bajo de Él, puedo liberarme, me impulso como puedo hasta la esquina más lejana del cuarto, cuando siento que me jala violentamente por el tobillo, me grita: “¿Por qué siempre me dejas Mariana? ¿por qué nunca quieres estar conmigo?” Él se larga a llorar, lo intenta, pero no puede contenerse y yo lo intento y tampoco puedo, lloro con Él y el fantasma con nosotros.

Él se acerca conmigo, me cobija y me abraza.

Lloramos. Los tres lloramos.

ANTERIOR

DETÉN LA OBSCURIDAD I

jueves, 3 de octubre de 2024

DETÉN LA OBSCURIDAD

 

                                                              Where do you go to?

“¡SALÚDAME BIEN!”

Track, rack, crack

Track la primera, rack la segunda, crack la tercera y luego el riiiiiiiikk del rechinido final. 

No lo veo, la vista se me hace niebla, la mente se me hace humo, estoy pero no estoy, no quiero estar. “Me hiciste mucha falta Mariana”. Pero yo no digo nada, me levanta de los hombros y me azota contra la pared; como si no pesara nada, a lo mejor ya no peso nada. “¡Te estoy hablando!” pero a mí no me salen las palabras, estoy buscando fuerzas de adentro de mí, de verdad que lo intento, nomás no me salen. Es como si todas las veces que me ha pasado esto, ocurrieran todas juntas, al mismo tiempo. Es una pesadilla en la que quiero gritar y no puedo, de una manera mucho más retorcida, porque quiero complacerle y no me sale. Me levanta sobre sus hombros como si no pesara nada, a lo mejor de verdad no peso ya nada; me deja caer con fuerza hasta el suelo, es tanto que hasta reboto y sólo puedo ver ruido blanco en mis ojos, escucho un zumbido agudo y siento un hormigueo fuerte en mi cabeza. Las lágrimas se me salen, aunque casi no las siento, me saben en la boca, saladas, amargas. Creo que empiezo a ver, es la negrura del techo.

Estoy boca arriba, hago un poco de fuerza, sus rodillas están en mis hombros; casi no puedo respirar, lo veo de frente, aunque no puedo verle bien, está sudando, no trae camisa y el sudor hace que le brille un tanto la piel en la obscuridad. “¡Salúdame bien! ¡salúdame bien chingada madre! ¿así me vas a tratar pendeja hija de puta? ¿después de todo lo que hago por ti? La de veces que te hubieran matado, la de veces que he impedido que te arranquen la puta cabeza, es por mí Mariana, por mí que todavía tienes la cabeza pegada y los ojos adentro. ¿y no puedes ni saludarme, malagradecida?”

Es revivirlo todo de una sola. Después de lo de Josué ya no caí en gracia de mucha gente, el perverso fue él, pero la castigada fui yo. Yo quería mucho a Pablo, él y Javier eran de la misma edad, sentía que era mi otro hermano, porque siempre estábamos juntos los cuatro. Javier me dijo que no me fijara, que a veces la gente se porta así porque no quieren ver lo que son las cosas. Pero con Pablo la cosa no era así, era distinto. A la siguiente navidad nos fuimos al rancho de mi abue, porque era lo que hacíamos. Somos muchos así que siempre había un alboroto, que la comida, que quién le va a dar de comer a los pollos, que vayan a sacar las chivas de su corral. Pablo no había dirigido la palabra en ningún momento, yo sentí que seguía enojado conmigo porque Josué era su amigo. En un momento a mí me mandaron al corral donde mi abue tenía las conejeras, cuando me di la vuelta Pablo estaba atrás de mí y cerró la puerta. Se veía enojado, con la cara roja, a mí me dio miedo. Caminó derecho hasta donde yo estaba, desbocado, con sus manos en mis hombros me azotó contra la lámina de la pared y me dijo “¡salúdame bien! te sientes mucho porque ya te las das de zorra. ¡Pero a mí me vas a saludar!” En esa ocasión tampoco pude hacer nada, él era mucho más grande que yo, más alto, más fuerte; además que no podía ni creer lo que me estaba pasando. Yo a Pablo lo quería mucho, era mi favorito de todos, siempre me hacía reír, me cuidaba. La conmoción me dejó helada, mis manos eran de hielo, temblaba. “Quítate la blusa, como no te la quites te meto un putazo en el estómago” Yo sólo movía la cabeza diciendo que no, pero no emitía sonido. Yo traía un vestido largo y un suéter, él me jalaba del cabello mientras me lamía el cuello y la oreja, me subió el vestido y con su pene se talló entre mis muslos. Sentí cuando acabó porque mi vestido se mojó, me besó en los labios, se subió los pantalones y me dijo: “si dices algo, nadie te va a creer, nomás te digo que te acuerdes que eres mía ¿entendiste? ¡para mí! Como te vuelvas a meter con Josué así te va … y no se te olvide, Salúdame bien”.

DETÉN LA OBSCURIDAD I

DETÉN LA OBSCURIDAD previo

miércoles, 2 de octubre de 2024

Sed de sangre

Cada noche me despierto con  sed de sangre. 



No puedo sacudir mi pensamiento, la bilis me sube hasta la garganta cuando pienso en sus caras, todas y cada una de sus caras.

Desearía poder atormentarles, desearía entrar en sus sueños y que todo lo que escuchen sean los gritos de las madres de esos hijos que asesinaron. Desearía ahogarles en las lágrimas de los hijos que no volverán a casa. Quisiera sepultarles con todas mis fuerzas bajo las toneladas de sangre seca que ellos mismos han derramando. Que los aplasten los cuerpos de aquellos que sacrificaron a cambio de una miserable untada de poder.

Que no tengan paz, que no encuentren calma, que los persiga para siempre el fantasma de ese dolor que infligieron en los demás. 

Que cada toquido en la puerta les ponga los pelos de punta, que cada resonar del teléfono venga con un sobresalto de muerte, que siempre esperen de las mala noticias, que a cada momento posible el miedo les invada.  Un calambre frío bajo sus espaldas cuando escuchen el sonido de su  propio nombre. 

Que no encuentren el descanso, nunca, nunca, ni en el sueño, ni en el silencio, ni el la muerte.  

Verse las manos y recordar la sangre donde estuvieron sumergidas. A cada bocanada de aire el aroma alcalino y dulce de la carne descomponiéndose, los gusanos revolcándose y palpitando bajo la piel, la grasa escurriéndose a los lados. 

Que las miradas de los muertos los persigan en todo momento, mientras comen, cuando se bañan, cuando se miran al espejo en las mañanas. 

Que sientan en la propia piel el dolor que ellos mismos propinaron a otros, el ardor de la bala, el frío del punzón, el líquido fluir del machete, sin parar, una y otra vez, consumiéndolos en el fuego de infierno que ellos mismos echaron lumbre. 

Que vean los rostros de sus víctimas en la sonrisa de sus hijos, en los abrazos de sus madres. Quiero que sufran, que despierten a la media noche bañados de sudor frío, volteando hacía la oscuridad y sientan el peso ahogador de mis ojos, observándoles, devorándolos. 

Que busquen la salida de las cavernas y puedan nunca encontrar. 

Porque esta noche tengo sed de sangre, una sed que sólo podré saciar, con la suya. 

DETÉN LA OBSCURIDAD

“¿POR QUÉ SIEMPRE ME DEJAS MARIANA?” Edge of the circle No puedo ni recordar lo que me hizo, pero ahora duerme. Parece muy tranquilo, está s...