jueves, 3 de octubre de 2024

DETÉN LA OBSCURIDAD

 

                                                              Where do you go to?

“¡SALÚDAME BIEN!”

Track, rack, crack

Track la primera, rack la segunda, crack la tercera y luego el riiiiiiiikk del rechinido final. 

No lo veo, la vista se me hace niebla, la mente se me hace humo, estoy pero no estoy, no quiero estar. “Me hiciste mucha falta Mariana”. Pero yo no digo nada, me levanta de los hombros y me azota contra la pared; como si no pesara nada, a lo mejor ya no peso nada. “¡Te estoy hablando!” pero a mí no me salen las palabras, estoy buscando fuerzas de adentro de mí, de verdad que lo intento, nomás no me salen. Es como si todas las veces que me ha pasado esto, ocurrieran todas juntas, al mismo tiempo. Es una pesadilla en la que quiero gritar y no puedo, de una manera mucho más retorcida, porque quiero complacerle y no me sale. Me levanta sobre sus hombros como si no pesara nada, a lo mejor de verdad no peso ya nada; me deja caer con fuerza hasta el suelo, es tanto que hasta reboto y sólo puedo ver ruido blanco en mis ojos, escucho un zumbido agudo y siento un hormigueo fuerte en mi cabeza. Las lágrimas se me salen, aunque casi no las siento, me saben en la boca, saladas, amargas. Creo que empiezo a ver, es la negrura del techo.

Estoy boca arriba, hago un poco de fuerza, sus rodillas están en mis hombros; casi no puedo respirar, lo veo de frente, aunque no puedo verle bien, está sudando, no trae camisa y el sudor hace que le brille un tanto la piel en la obscuridad. “¡Salúdame bien! ¡salúdame bien chingada madre! ¿así me vas a tratar pendeja hija de puta? ¿después de todo lo que hago por ti? La de veces que te hubieran matado, la de veces que he impedido que te arranquen la puta cabeza, es por mí Mariana, por mí que todavía tienes la cabeza pegada y los ojos adentro. ¿y no puedes ni saludarme, malagradecida?”

Es revivirlo todo de una sola. Después de lo de Josué ya no caí en gracia de mucha gente, el perverso fue él, pero la castigada fui yo. Yo quería mucho a Pablo, él y Javier eran de la misma edad, sentía que era mi otro hermano, porque siempre estábamos juntos los cuatro. Javier me dijo que no me fijara, que a veces la gente se porta así porque no quieren ver lo que son las cosas. Pero con Pablo la cosa no era así, era distinto. A la siguiente navidad nos fuimos al rancho de mi abue, porque era lo que hacíamos. Somos muchos así que siempre había un alboroto, que la comida, que quién le va a dar de comer a los pollos, que vayan a sacar las chivas de su corral. Pablo no había dirigido la palabra en ningún momento, yo sentí que seguía enojado conmigo porque Josué era su amigo. En un momento a mí me mandaron al corral donde mi abue tenía las conejeras, cuando me di la vuelta Pablo estaba atrás de mí y cerró la puerta. Se veía enojado, con la cara roja, a mí me dio miedo. Caminó derecho hasta donde yo estaba, desbocado, con sus manos en mis hombros me azotó contra la lámina de la pared y me dijo “¡salúdame bien! te sientes mucho porque ya te las das de zorra. ¡Pero a mí me vas a saludar!” En esa ocasión tampoco pude hacer nada, él era mucho más grande que yo, más alto, más fuerte; además que no podía ni creer lo que me estaba pasando. Yo a Pablo lo quería mucho, era mi favorito de todos, siempre me hacía reír, me cuidaba. La conmoción me dejó helada, mis manos eran de hielo, temblaba. “Quítate la blusa, como no te la quites te meto un putazo en el estómago” Yo sólo movía la cabeza diciendo que no, pero no emitía sonido. Yo traía un vestido largo y un suéter, él me jalaba del cabello mientras me lamía el cuello y la oreja, me subió el vestido y con su pene se talló entre mis muslos. Sentí cuando acabó porque mi vestido se mojó, me besó en los labios, se subió los pantalones y me dijo: “si dices algo, nadie te va a creer, nomás te digo que te acuerdes que eres mía ¿entendiste? ¡para mí! Como te vuelvas a meter con Josué así te va … y no se te olvide, Salúdame bien”.

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