TE EXTRAÑÉ MUCHO
Yo ya no sé si hoy es hoy o es
ayer, si es de día o de noche. Es sorprendente lo adaptada que ya me siento a
la oscuridad, al rasguido de las uñas de las ratas en la tubería, a los goteos,
al olor, al suelo mojado y frío. Ya nada de eso me molesta tanto, lo que sigue
pesando deveras es saber que estará pensando mi madre. A veces me pongo a cantar canciones en mi
cabeza, de las que a ella le gustaban y ponía en el radio cuando iba a
planchar. Me pregunto si acaso podrá oírme cantarlas dentro de su mente. Le
gustaba mucho una que decía:
“Si pudiera salir
Como un ave volar
Podría yo llegar a
cualquier lugar”
Si yo pudiera, volaba hacía casa
ahora mismo. Algo en mi alma cree que, si canto eso, puedo salir de aquí,
aunque de aquí no saldría siendo un ave, saldría si me vuelvo una rata. Ellas
son las reinas de la oscuridad, las aventureras de las alcantarillas y las
explotadoras del laberinto. Se saben las rutas de escape, las áreas peligrosas
y como llegar hasta la luz del día, en una ocasión, una entró a la celda
arrastrando la mitad de una paloma, que seguramente trajo de afuera, ella
conocía la ruta hacía la libertad, al cielo azul y al aire fresco. Tengo que hacerme hacía adentro, tan adentro
de mí, que me vuelva rata, que me aprenda los pasillos oscuros del laberinto
que me atrapa en mi mente, que pueda yo correr de vuelta a mi hogar.
Es que yo no puedo morir aquí
¡Simplemente me niego! En un pasado muy, pero muy distante, incluso antes de que
me tuvieran atrapada aquí, yo tenía un futuro, sueños, ilusiones para vivir la
vida. Era una niña brillante, o eso me
decían siempre, yo quería ser una joven promesa con logros, quería ver el
orgullo en los rostros de mi familia, tenía grandes sueños, deseaba viajar y
ver el mundo, Javier siempre me dijo que la oportunidad de ver el mundo era más
importante que el oro, que eso enriquecía al alma. En aquel pasado muy lejano,
yo tenía aspiraciones y ganas de vivir mi vida, en aquellos días tenía la
fantasía de lograr ser “alguien” y alcanzar mis metas, tenía una idea muy clara
de mí, de quien era, de ser una buena persona, una niña sonriente. Yo tenía la
idea bien enterrada de que, merecía ser amada.
Pero eso se acabó, todo se fue cayendo a pedazos poco a poco, primero con lo que me hizo Josué, cuando nadie me creyó, después lo de Pablo, que ya ni me molesté en decirle a nadie, años más tarde lo que me pasó con el Padre José en el confesionario del colegio, el acoso, la persecución y la burla. Y ahora ÉL, él una y otra y otra vez, él en mis días y mis noches, en mis pesadillas y en mis lágrimas.
Lo escucho, se está acercando, puedo sentirlo, lo huelo.
Por fin, se oye, track la primera, rack la segunda,
crack la tercera.
Llega azotando la puerta y yo me sobresalto,
aunque no quiera, pero no lo veo, creo que verlo es a la cara en algo que me
invade y me violenta mucho más que cuando me somete y me penetra. Las muecas,
su respiración y su cara desencajada me hacen huecos mucho más profundos en el
alma, que todo el dolor que me pueda infligir, eso puedo alejarlo, eso puedo soportarlo. No puedo con la invasión de sus
ojos buscándome la mirada. Ha encontrado una nueva manera de torturarme y eso le
alegra.
Me besa la mejilla con una
dulzura tal que puedo sentir el vómito subiendo por mi garganta, y me dice “Mariana,
te extrañé mucho”.