Carta 17
Septiembre 2
Pasé
por la panadería María, vi; por la ventana, que tu mamá estaba colgando un
retrato en la pared de atrás. ¡Lo vi María! O acaso la habré visto, no tuve las
fuerzas de pararme a preguntar. Las mejillas rosadas, los ojos claros, los tres
lunares a un lado del ojo derecho y los hoyuelos en los cachetitos redondos. Un
vistazo momentáneo y lo supe. Esa luz en la sonrisa es inolvidable, esas
pestañas largas y los chinitos acaramelados. Fue un dolor, un pesar bien
extraño.
Primero
que nada, la imagen me golpeo bien abajo en las entrañas, se me fue el aire y
sentí que me estaba petateando. Pero ver esa sonrisa, esa luz tan cálida que no
he podido borrar de mi memoria, me hizo sentir… alegría.
¿Cómo me atrevo yo a ponerme feliz por él, o ella? Quien me lo robó todo. El futuro, la vida, el amor de mi vida, mis sueños. Todo se desvaneció en polvo en cuanto vi su sonrisa. ¿Todo mi dolor, todo mi llorar, valen esa sonrisa? Mi impulso primero y egoísta es pensar que no, que esa bolita de manteca no vale un solo día de mi tormento, pero no pude sostener eso en mi cabeza mucho tiempo, ni dos minutos. Porque la realidad es que, sí, esa sonrisa, ese futuro brillante, esa buena y tranquila vida que le aguarda, sí vale todo. No sólo mi dolor, mi soledad o el corazón roto que me cargo a cuestas. Vale las estrellas, el sol y la luna. Vale todo. Si fuera mío, o mía, yo me hubiera inmolado a mí mismo sin preguntarle a nadie, con tal de asegurarle todo aquello que, ahora tiene seguro.
Volví
a mi casa y vi todo con otros ojos, la casa puerca como chiquero, todo derruido,
cubierto de polvo, el olor a humedad y a viejo borracho. Ese querubín no podría
vivir aquí. Me sentí avergonzado, me sentí apenado de mí mismo, del caos en el
que me he revolcado todo este tiempo. Yo no podría ponerle la misma sonrisa en
la cara, ni alimentarle bien, ni cuidarlo como se debe si se enferma. No puedo
ni mantenerme en pie yo. Todo lo que
gano me lo bebo, a penas como y no me he puesto ropa nueva desde que un año
antes de que te fueras. No me acuerdo de la última vez que me bañé bien, con
agua caliente, puro chorro de agua fría para bajarme la borrachera.
Creo
que ésta es la primera vez que lo veo María, puedo por primera vez entender las
razones que tenías cuando te fuiste.
Juan.
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