viernes, 5 de abril de 2019

CARTAS A MARÍA: CARTA CINCO



Carta 5

Febrero 7

María:

Después de algún tiempo he vuelto a soñar contigo. Hasta extrañaba el despertar sudoroso y con la sal de mis lágrimas en la boca. De verdad ya me hacía falta escuchar tu voz pronunciando mi nombre, aunque fuera un sueño nada más. Ver tus dulces labios llamándome. Era volver a nacer y confiar en el amor eterno.

Me sentí joven otra vez, sin carga que arrastrar ni yagas sangrando. Nomás era un sueño, un sueño donde mi vida no era de miseria. Creo que voy a estar esperando para siempre, esperar a que ya no me duela, a que tal vez vuelvas a mi lado, a sentir la libertad de vivir nuevamente. Esperar a que me ames de nuevo, esperar a que cruces el umbral de la puerta y me digas que sólo fue una pesadilla, que compartirás tu vida conmigo, que me amas, a unir nuestras manos y recordar viejos tiempos, a ver crecer los hijos que tendríamos, ver cómo te veo a ti en ellos, que la vida se haga otoño a tu lado y que me ames. Esperar y esperar hasta hacerme viejo esperando por algo que no pasa. No creo que puedas entender el infierno que vivo. Me desgarra y filetea todas las horas, todos los segundos. Sólo quiero gritar hasta perder la fuerza. La comida es un particular tormento, ponerme en pie, avanzar a la mesa, sentarme, meter la cuchara entre la comida, acercarla a mi boca, masticar, masticar, masticar, forzarme a tragarla, sujetar un vaso, retener el líquido en mi boca, tragar de nuevo.  Es demasiado para mí en estos momentos, un letargo muy pesado.

¿Sabes? No he tocado la guitarra desde que me dejaste, no puedo ni verla directamente, el sólo hecho de formular la palabra en mi mente y ser capaz de escribirla en el papel me parece insoportable. Me he dejado de ella, no la soporto ni ella me quiere ver tampoco.

No dejo de pensar en la canción que tocaba la primera vez que te vi. El cielo se teñía de rojo y las flores eran agitadas por el viento, casi bailaban con el sonido de mi canción. Ahí estabas tú con las otras muchachas cuando abrieron las compuertas de la presa y el sonido del agua lo invadió todo, nos calló a mí y a mi guitarra. De algún modo no miraste el correr del agua, me miraste a mí. ¡A mí! y el tiempo se me detuvo. Tal vez por eso el Reloj se negó a ayudarme, porque ya se detuvo por nosotros una vez, ese día en la colina de las flores, me hizo el favor una vez y ya no puede detenerse más para mí.


Juan.

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