viernes, 8 de marzo de 2019

La Cacería


Puedo sentirlo.
Cuando desperté ya lo sabía, no cabía duda; estaba ahí acechando en la obscuridad de la noche. Me buscaba, yo podía intuirlo. “No te muevas ¡No te muevas!” me decía en mis dentros. Sabía perfectamente que el más mínimo sonido lo llevaría hasta mí. A penas pude verlo pasar frente a la tenue luz de la ventana. Debía encontrar la manera de escapar sin hacer ruido. Escuchaba su turbia respiración, agitada y desmedida, casi de emoción.
La cama metálica era un problema, cada movimiento significaba un rechinido y no podía darme ese lujo. Estaba cerca, lo sabía. Cada segundo de incertidumbre se volvía más y más estremecedor. Podía escuchar los borbotones de saliva escurriendo de sus fauces hasta dar con el piso. Deseaba que la sábana fuese de acero, así tendría a bien cubrirme, pero sólo era un roído y sucio pedazo de lino. Pude escuchar el crujir de sus garras amenazadoras rasgando violentamente la madera de la puerta, mi temblar era convulsivo e incontrolable. Salió, al menos eso entreví.
Una oportunidad, era la única. Con todo cuidado y con el menor ruido posible me incorporé. Al sacar el primer pie por el borde de la cama sentí a punto de dar un salto hacia el abismo. Contuve la respiración, me hice nube y pluma. El toparme con el rugoso tacto de piso fue un alivio. Luego el otro, impredecible salto a la profundidad del lejano suelo. Me puse en pie y la cama soltó un alarido de óxido. No había vuelta atrás, me había escuchado, volvía por mí. En estrépito me coloqué junto a la puerta, aguardando su llegada. Regresó azotando la puerta contra la pared. “No te muevas ¡No te muevas!” me decía una y otra vez, “No te muevas ¡No te muevas!” hacerme muro y sus sombras era lo que debía hacer. Inspeccionó la cama, casi olfateando, desagarro la sábana hasta deshilarla. Fue cuando salí corriendo, topándome con el largo y lóbrego pasillo. Corriendo a ciegas con la sola guía de mi instinto. Me escondí bajo la escalera porque noté sus pasos tras los míos.
Lo siento en mis tripas, viene por mí, sabe mi nombre, conoce mi aroma y se relame pensando en mi sabor. “No te muevas ¡No te muevas!” como siempre, “No te muevas ¡No te muevas!” o podrá verte. No importa los años que pasen no he podido acostumbrarme a esto, a sus risotadas de victoria y el desgarro de mi carne, a la eterna caería por mis entrañas cada vez que cae la noche.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

DETÉN LA OBSCURIDAD

“¿POR QUÉ SIEMPRE ME DEJAS MARIANA?” Edge of the circle No puedo ni recordar lo que me hizo, pero ahora duerme. Parece muy tranquilo, está s...