Carta 13
28 de Abril
Como
ya no sé ni dónde estoy, a veces llegó sin quererlo a no sé dónde. Un día de la
otra semana hasta me encontré con una procesión de boda, si fuera menos cobarde
los hubiera matado a todos. Su felicidad escupe sobre mi miseria, no lo
soporto, no puedo. Ya ni las risas de los niños que corren en la calle me
parecen tolerables.
Días más patrás me venían a bien, como que me
daban a esperanza, verlos en inmersos en sus juegos, ellos haciéndose soldados,
creyéndose Virreyes, soñándose de marfil o de papel. “Sólo son niños” me
pensaba, “niños que qué van a saber de la vida”. Y ahí fue cuando me vino a
madrear mi amargura; su ignorancia es gloria y en mi saber me doy cuenta que no
hay remedio para mí, con algo de suerte para nadie tampoco. Con esas ganas de
que me queme el aguardiente prefiero ya que a todos nos lleve la chingada. Pero ni me quema ni nos lleva y así andamos
de tenme en el aire, ni me decido a quemar la casa ni me voy a morir al
desierto ni maté a los novios que iban a casarse. La novia era la hija de Pablo
¿te acuerdas de Pablo el que tiene su puesto en los portales? Y pensar que yo
la veía tan chiquilla, tal vez nada más la amargura de perderte es lo que me
hace sentir viejo. Porque éste abismo ilusorio de que ha pasado una eternidad
me ha trasformado en un viejo desgraciado; solo y acabado. Viejo de amargura,
de rabia, de penumbra.
Tal
vez sí han pasado milenios, tal vez sí me estoy terminando de hacer polvo a mí
mismo y a mi dolor, como bien no despierte de ésta pesadilla; prefiero hacerme
polvo para irme volando. Lejos. Lejos de todo y de nada. Para ya no ver tus
ojos cada que parpadeo. Para ya no
sentir el dulce aroma de tu cabello cada que sopla el aire. Para ya no percibir
el penoso sabor de tus labios suaves sobre los míos. Es que de verdad que la
carga es mucha María, me atormenta hasta cuando estoy despierto. No dejo de
preguntarme si acaso pensarás en mí, si ya me habrás olvidado, si todavía me
amas o si acaso me amaste alguna vez. Me ahogo María, me ahogo en éste océano
de preguntas infinitas que jamás tendrán respuesta. Lo malo es que me ahogo y
no me muero, no me termino de morir na más me duele y me quema y me aplasta.
Me aplasta hasta hacerme nada, pero no me muero.
Juan
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