Carta 12
20 de Abril
Hoy
me desperté temprano, porque mientras menos gente vea en la calle; la tortura
de vivir se me hace más llevadera. Los cielos se han olvidado de mí y mientras
pase desapercibido entre los vivos me da menos vergüenza seguir aquí pretendiendo
como que todavía me encuentro con vida.
¿Qué
más me queda?
Si
te has empeñado en regodearte con tu nueva vida, en abofetearme con tu
inmaculada belleza, con el aroma de tu voz cada que sueño contigo. Ni en mis
sueños me concedes clemencia, sigues con él; te envuelve en sus brazos mientras
yo ardo en la desesperación de seguir con vida.
No
sé si hoy es hoy o es ayer, no me atrevo a pensar mucho en el tiempo porque soy
capaz de quemar la casa conmigo adentro. Es que el saber que mil años he pasado
sin ti y aún no muero terminaría por aniquilarme. Un adiós final y un beso en
la obscuridad me bastarían.
Te
has llevado hasta las lágrimas en mis ojos, el cantar de los gallos y el rugido del tren. Siento que un día, de verdad ahora sí un día
la cruda eterna de no tenerte va acabar conmigo. Si me vieras ahora, si vieras
en lo que me he convertido… me mirarías con dolencia melancólica; así como se
ven las tumbas de los difuntos, con penosa resignación de jamás recuperar lo que
se nos fue. Tal vez yo te miraría del
mismo modo. Con nostalgia, como se ven en la cabeza los recuerdos del ayer, con
todo ese amor a un momento que jamás volverá. Como se ven las fotos viejas que
se cuelgan en la pared. Como se leen las noticias de hace algunos años en los
periódicos viejos que envuelven los monos del nacimiento o las ollas del
atole.
Aún
no clarea y a los pájaros ya se les
metió la idea de joderme con su canto. A lo lejos se escucha el arrastrado paso
de una carreta, así como que la mula que la arrastra vive la misma chinga que
yo día a día. Sus pasos son pesarosos, sufridos, obligados por la implacable
corriente de la cotidianidad. Esa mula soy yo y yo soy esa mula, jodida, jodida
y resignada pero no resignada del todo. Te lo juro María que un buen día ahora
sí voy a dejarme morir, voy a llegar a casa borracho después de oír tres horas
de rancheras en la cantina, después de beberme todo el aguardiente que tengan,
después de haberme acabado toda la vida y ahora sí, me prendo fuego con todo y la
casa.
¡Te
lo juro María!