EL PEOR DE LOS PRINCIPIOS
Me niego a morir aquí.
Simplemente me niego. No puedo quedarme así, despojada de toda humanidad.
Desprendida de mí como si fuera una cosa, un trique viejo. Rodeada de polvo
seco con olor a orina y a encerrado. Puedo escuchar las ratas que arañan los
huecos entre las paredes, no puedo permitirme ser menos, ellas van y vienen a
voluntad, yo estoy ahogándome en mi sangre y mocos secos. Sudo mucho, pero al
mismo tiempo tengo frío. Ya hace un buen tiempo que ni siquiera tengo hambre.
No tengo manera de estar segura, sólo lo sospecho: yo estoy al fondo del
pasillo, donde la tubería da vuelta y topa con el drenaje. La luz tenue del
pasillo no es para que yo vea, es porque hay alguien observando. En medio hay
una puerta, la puerta tiene tres cerraduras, las escucho crujir cuando él se
acerca. Track la primera, rack la segunda, crack la tercera. Una sentencia que
anuncia su llegada. No importa cuantas veces, todavía tiemblo sin control
cuando lo escucho, así sé que se aproxima, que todo terminará de nuevo conmigo
bañada en sangre, azotada contra el suelo. La comida sabe a vómito, el agua
huele a mierda, el piso es frío y las paredes húmedas, todo es bastante oscuro.
No voy a morir aquí, no quiero.
Al principio éramos tres y
estábamos juntas. Todas llegamos el mismo día y lloramos hasta dormirnos. Poco
a poco contamos nuestras historias, nuestros secretos. Yo me di cuenta que él
había salido de cacería y sabía como hacerlo, estoy convencida de que no somos
las primeras y dudo que seamos las últimas, todo alrededor denota que lleva en
esto un buen tiempo. A mí me agarró un jueves en la noche, odio los jueves ¡los
detesto! Estaba distraída por las banalidades y el estrés de mi vida diaria,
como la carga de trabajo. No me di cuenta que estaba cerca hasta que sentí su
mano rugosa apretar mi cuello, sentí que me asfixiaba y algo me olía raro, no
recuerdo nada más hasta despertar en el suelo frío y mojado, la oscuridad y el
aroma a sangre coagulada, el dolor, el dolor en todos lados. Lo supe de
inmediato, era el fin.
Uno escucha cosas en las noticias
y de cada en cuando piensa “¿y si eso me pasara a mí?” pero jamás enserio,
jamás con el peso de creer que sí puede pasarnos. A Martha la encontró mientras
dio una vuelta errónea en una calle porque iba discutiendo con su novio al teléfono,
iba gritando tan fuerte que tampoco lo notó hasta que lo tuvo de frente. Paula
sí lo vio acercarse, él preguntó la hora y ella trató de ser amable “Yo ya
sabía” me dijo una vez “yo sabía que algo estaba muy mal. Pero me dio más miedo
ser grosera que no estar a salvo” decía sollozando “me preguntó la hora, aunque
traía un reloj en la muñeca izquierda. Me congelé un segundo y me dio
vergüenza. Le dije la hora y hasta le sonreí, después ya no me acuerdo”.
Paula no duró mucho. Lloraba y
lloraba, cuando él venía era un completo escándalo. Un día se resistió
demasiado y se orinó encima. Él estaba furioso, la cargó como si no fuera nada,
la llevó aparte y la escuchamos gritar por lo que parecieron horas. Después
todo se hizo silencio. Entonces Martha y yo lo supimos, lloramos en silencio y
nos abrazamos apretujadas en una esquina. No pasaron más de unos minutos cuando
lo oímos: Track la primera, rack la segunda, crack la tercera. Y entonces el
azote de la puerta. La arrojó contra la pared y cayó al suelo, se desplomó como
bolsa de basura. Él se fue sin decir nada y cerró la puerta detrás de sí. Paula
todavía respiraba, pero muy quedito. Creo que la dejó ahí al menos tres días,
ya apestaba mucho. Vino para llevársela y más tarde escuchamos el bramido de la
caldera, pienso que la quemó por el olor a ceniza y cabello chamuscado.
Nos separó después de eso. A
Martha a llevó a algún sitio hacia la izquierda, cuando va por ella y grita
puedo oírlo. Desde que nos separó noto a alguien más llorando, pero mucho más
lejos que a Martha, quizá ya estaba o trajo a alguien nuevo. A lo mejor ni es
nadie y son los ecos atrapados del fantasma de Paula que sigue sollozando.
Martha es su favorita, la escucho
gritar muchas más veces de las que él viene conmigo. Creo que es porque ella
todavía pone algo de resistencia, yo ya no puedo. Cuando viene a mí trato de
salirme de mi cuerpo, de estar tan lejos como pueda de mi mente. A veces se
enfurece conmigo precisamente por eso, yo ya no le doy batalla y eso altera su
temperamento. Hay veces que se enoja tanto que me toma y levanta por el cuello,
me golpea contra la pared hasta que me da como sueño. Ya no lloro y tampoco
grito, enfoco todas mis energías en los sonidos que produce el cuarto, el eco,
las goteras, los rechinidos. Algo, algo puede darme indicios de dónde estoy y
qué hay arriba. Si lo averiguo y soy lo suficientemente fuerte para resistir,
me voy.
Es que yo no puedo morir aquí.
Simplemente me niego.
No dejo de pensar en mis papás,
qué sentirán ellos, qué estarán haciendo. Es que si nunca nadie encuentra mi
cuerpo mi mamá no va a dejar de buscarme, nunca. Se quedaría flotando en un
limbo de sinrazón, sin poder llorarme o decirme adiós. Y aún así ella es más
fuerte, no me imagino a mi papá sobreviviendo a eso, es que él no sabría cómo.
Mucho más porque yo se bien que nos
dábamos por sentado, ni cercanos ni ausentes; hacíamos como que nos
importaba la vida del otro pero no nos metíamos. Abrazos secos en Navidad y uno que otro
mensaje cuando pasaba tiempo sin vernos, yo sé que desde que murió Javier él no
volvió a ser el mismo ni él ni mi madre ni nadie, creo que precisamente por eso me reúso más a dejarme
morir aquí, ninguna madre debería enterrar a todos sus hijos.
Además, y aunque sea algo
absurdo, quiero que alguien de afuera se entere de nosotras. Algo en mí me dice
que esto va mucho más allá de Paula, Martha y yo. Antes cuando estábamos las
tres juntas y nos violaba de una a una, solía llamarnos por nuestros nombres ¿cómo
sabe nuestros nombres? ¿nos había estado siguiendo o sólo fue oportunista?
Mientras más lo pienso menos sentido me hace, yo salía tarde del trabajo los
jueves y además ese jueves hicimos inventario, perdí el último camión directo y
tuve que caminar a la estación que está a dos calles. Si no hubiera perdido el
último camión no me hubiera atrapado, pero al mismo tiempo si no sabía que yo
cierro los jueves no hubiera habido nadie a quien atrapar, el resto de la semana
los encargados de cerrar son hombres y como no hay más hombres encerrados aquí
asumo que no le gustan.
A Paula le habló directamente,
pero eso al mismo tiempo iba más con ella. La clase de persona que se detiene a
dar indicaciones, la que ayuda a otros en la calle, aunque se le haga tarde, cortés
y tranquila, de esas que evitan confrontaciones. Martha es más valentona,
varias veces sugirió en abalanzarnos todas contra él para salir corriendo, yo
no soy distinta, de haberlo visto de frente al menos un buen escándalo le
hubiera armado. Pero nos atacó desprevenidas, sin esperarlo asi que algo nos conocía. En cambio, con
Paula quería ser visto, quería que ella supiera ¿Por qué? ¿Acaso ella lo había
visto antes y quería que lo reconociera? Tengo que encontrar las respuestas y
quizás alguna de ellas me ayude a salir de aquí. Porque yo no puedo morir aquí, me niego.