Carta 15
24 de Mayo
Anoche
soñé que me moría, soñé que me estaba desangrando a un lado de un nopal arriba
del monte. No había nada ni nadie cerca. Hacía mucho calor y me ardía el pecho,
de mi pecho manaba la sangre como riachuelo. Me sabía la boca a fierro, mis
manos estaban adormecidas y me escurría un sudor sucio de la frente a los ojos.
En lo alto del cielo se escuchaban los graznidos de los zopilotes que ya se
saboreaban los jirones de mi carne. El sol quemaba mis pies descalzos que no
tenía la fuerza para mover, el aroma era de arena seca, de sed y de muerte. Sentía
ganas de toser, pero no podía, tenía las narices rellenas de tierra y sangre.
Trataba de arrastrarme a la sombra del nopal y no pude. Pude sentir como las
fuerzas se me iban y como me iba haciendo nada, me andaba como durmiendo, pero
me moría. Se me quitaba el calor y me empezaba a dar frío, entonces desperté.

Medio
tristeza de darme cuenta que sólo fue un sueño y no me morí ni nada. Ni
siquiera la fortuna de andar crudo me fue concedida, me tuve que levantar con mis
propias fuerzas y hacerme de huevos para meterme a bañar, rasurarme, para
vestirme e irme a trabajar.
Estaba
encabronado María, encabronado de tener que despertar otra vez dentro de este
cuerpo y con el alma rota. De tener que aguantar el pasar de los días sin
verte, sin tenerte para mí, sin escuchar tu voz. Ya sólo queda en mis adentros
una rabia incontenible.
Escalaría
todas las montañas que nos separan con tal de verte a lo lejos, pero ¿de qué
serviría? Estarías en sus brazos, sin saber siquiera que yo me encuentro ahí,
te miraría en sus brazos y si lo veo lo mato ¿Me oíste? ¡Lo mato! Que bastante
tengo con que te haya llevado, con que es perfecto hasta su puta madre. Sus
ojos, su cabello, sus dientes alineados. Su estúpida sonrisa de niño bonito. Que
ha viajado a España, que sabe hablar inglés, que si estudió carrera en Texas,
hasta el maldito perro del muy hijo de puta es como sacado de una revista.
¿Enserio
eso quieres María? Una vida acartonada y tiesa, sin sonrisas sinceras, sin
caminares en día de lluvia, sin flores de milpa ni día de mercado, sin secretos
entre los callejones, café de la plaza, sin besos al atardecer. ¿enserio todo
eso te da lo mismo?
Sé
que te decepcioné y que no fui lo mejor, sé bien que el fin se veía venir
porque tú brillabas demasiado. Tal vez se acabó para ti, pero mi amor es un
rumor enraizado en la tierra, se queda a través del tiempo en los latidos del
viento, el cantar de los pájaros y en las lágrimas de todos los amantes. Te lo
juro, te lo juro por todo lo que es bueno en este mundo; él jamás, jamás ni en
cien años de estar contigo te amará como yo te amo en un simple parpadeo. Su
cariño es el tibio fulgor de una lámpara y yo te amo como si el sol explotase
sobre el mundo.
Juan.