miércoles, 25 de junio de 2025

CARTAS A MARÍA: CARTA DIECIOCHO

 

Carta 18

Septiembre 29

Haberte conocido María, ha sido un calvario. La peor de todas las bendiciones, la mejor de las maldiciones. Penitencia de enclaustro, martirio de santo. Cargando a diario la insoldable pena de tenerte tan cercana como las estrellas.

Siempre serás de otro.

Y yo me quedaré añorando en la penumbra. Apostado cual vigía, bajo el balcón de la ventana, de la casa que solía ser tuya. Como los grillos cantan sus sonatas, en las noches sin lluvia; yo aquí asentado en mi nicho, canto y canto las melodías del otrora, diáfanas luciérnagas en el firmamento de mis remembranzas. Ahora tú, titilante, te vuelves un rumor cada vez más lejano.



Eres otra, aunque seas tú; y quién tú eres ahora es una extranjera de mí. La María a la que yo amaba, la dulce, sonriente, silvestre y revoloteante María a la que yo amo, ha muerto. Murió conmigo aquel día que te subiste al tren. Las evocaciones elusivas de mi amante, mi espíritu gemelo, son sólo quemaduras de luz, en los ojos de mi memoria.

Tú (la de entonces), así como tu amor por mí, ya no están aquí, en este plano terrenal. Son atisbos de fuego arriba en lo alto, con los ángeles y los santos. Existes sólo donde nunca podré alcanzarte, donde mis manos impuras jamás podrán tocarte. Es un maleficio, una tortura perseguir el espejismo de ti. Atormentado por el fantasma, las sombras, la silueta que justo ahora veo en tu ventana, no es la real, pero es la María que aún hoy me ama. La verdadera tú, a trescientos kilómetros y un día en tren, ella está en su gran casa, en el calor de su cama. Esa María abraza al hijo que tanto ama, y le canta canciones que sólo solía cantar para mí.

He perdido una guerra que jamás podría ganar. He batallado en el frente equivocado durante estos años. Siempre embriagado en el odio hacia su aborrescente padre, siempre peleando contra él.

Admito mi derrota, porque frente a ese hijo (que pudo haber sido mío) no tengo arma alguna. Sólo me queda poner las manos al aire, las rodillas al suelo y me rindo, mi guerra está perdida.

 

Juan.



CARTA ANTERIOR

CARTA UNO

CARTAS A MARÍA: CARTA DIECIOCHO

  Carta 18 Septiembre 29 Haberte conocido María, ha sido un calvario. La peor de todas las bendiciones, la mejor de las maldiciones. Peniten...